A TODO O NADA EN TIEMPOS DE CONSENSOS?

OPINIÓN. La diferencia es, además de conceptual, de corte estrictamente electoral y, como la historia reciente lo demuestra, supone la diferencia entre la derrota o el triunfo… y esto en democracia para un peronista no es todo, pero se le parece bastante.

si la derecha que nos habita no fuera pronto neutralizada, entonces sí habría que prever escenarios más complicados. Suena exagerado, pero nadie venga con que el peronismo es intenso y que no hay que asustarse si hacia adentro recrudecen disputas. Primero que la intensidad del peronismo para saldar internas no está desacoplada de la memoria de Ezeiza. Pero, además, como al menos por ahora no daría la impresión de que se esté desarrollando ese nivel de contienda interna, habría que aprovechar la ocasión para poner a todo el espacio y las organizaciones que lo componen en estado asambleario. Ciertamente, se ve en el horizonte una confrontación por la jefatura del movimiento.

Seguir negándolo es tapar el sol con la mano. La dirección del proceso histórico dependerá tanto de que la tensión logre resolverse antes de su agravamiento como de que esa resolución se recueste todo lo posible sobre el más progresista, democrático y popular de los polos en conflicto. No decimos que se trate de una crisis institucional sino, repetimos, de una disputa por la conducción del espacio político que nos llevó a ganar las elecciones y que ahora debe gobernar. Pero si este trance no termina de enderezarse, si la jefatura de Alberto se desvaneciera en acuerdos fallidos y el kirchnerismo (con su experiencia a cuestas) no tomase de algún modo las riendas, la institucionalidad política podría verse afectada y la oposición, sí, entonces, tomará impulso.

Es a nuestro juicio correcta esta caracterización de las tensiones internas que recorren al FDT, tensiones que tiene también su correlato en el terreno electoral.

La modalidad de aparición específica de esta disputa por la “jefatura del movimiento” que señala Capelli se expresa también en dos estrategias electorales nítidas y muy bien diferenciadas que en el límite suponen dos concepciones distintas de la práctica política:

• Una sostiene que se debe ir a buscar al “ciudadano independiente” que sobrevuela la grieta sin incorporarse, que será en definitiva quien defina la elección de medio término ya a la vuelta de la esquina.

• Otra, a contrario sensu, insiste en consolidar el voto propio que representa un nada despreciable 40% y con la buena gestión de gobierno hacer que una parte de los electores “independientes” opte por el oficialismo bajo una operación simple de costo-beneficio.

Estas dos visiones contrapuestas expresan también una disputa por la agenda de gobierno.

La primera estrategia replica la agenda opositora en busca del “ciudadano ajeno a todo”, normalmente permeado por los medios opositores y que reconoce como propia una agenda de centro derecha más o menos explícita.

Algo de esto ya sucedió en las derrotas de los años 2013 en Buenos Aires y el año 2015 a nivel nacional donde la disputa por el “centro político”, la piedra filosofal de la “Patria consultora” desde tiempos inmemoriales, desbarrancó las chances electorales del entonces FPV que asumió como propia buena parte de la agenda opositora.

Sacrificó entonces el proyecto popular – democrático en el altar del “ciudadano independiente”, esto es el ciudadano “intervenido” por los medios hegemónicos en su agenda de prioridades.

La segunda estrategia supone empinarse en la agenda propia de gobierno afirmando el pacto electoral con el 40% de los votantes que, contra viento y marea acompañaron al FDT en el año 2017 en Buenos Aires – como media nacional- y replicaron su preferencia en el año 2019 y con la buena gestión de gobierno hacer que una parte de los electores “independientes” opte por el oficialismo bajo una operación simple de costo-beneficio.

Se trata de acceder al 45% de los electores en primera ronda, que es la media histórica a que puede y debe aspirar el FDT, como ayer lo hiciera el FPV. 

Finalmente, así como es clave el debate interno que mantenga la vitalidad del FDT e impulse a su sector más dinámico a ejercer en palabras de Capelli “la jefatura del movimiento”, no es menos decisivo optar por una de las dos estrategias electorales excluyentes.

La diferencia es, además de conceptual, de corte estrictamente electoral y, como la historia reciente lo demuestra, supone la diferencia entre la derrota o el triunfo… y esto en democracia para un peronista no es todo, pero se le parece bastante.

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