Hablar de satélites sin dudas nos remite a un sector de alta complejidad, de gran valor agregado y de disputas globales en el terreno de las tecnologías de la información y la comunicación. El lunes pasado, 10 de agosto, durante el 4to encuentro del ciclo de charlas “¿Qué posibilidades tiene el desarrollo científico tecnológico en la Argentina de hoy?” de la Agrupación Rolando García (ARG) tuvimos la oportunidad de debatir sobre estos temas con Anabel Cisneros y Diego Hurtado, dos importantes especialistas con gran responsabilidad en el sector. Anabel es ingeniera en telecomunicaciones, con una extensa trayectoria, y hoy se desempeña como directora en ARSAT (la primera mujer en ocupar ese lugar) y fue nombrada el mismo lunes en el directorio de la CONAE. Diego es doctor en física, especializado en gestión, política e historia de la ciencia en Argentina, también con un amplio recorrido, y hoy Secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
El sector satelital es un emblema de la Argentina que podemos ser. Una trayectoria que comenzó allá por la década del ‘50 con el desarrollo de los primeros misiles (el Tábano por ejemplo) y una industria aeronáutica en expansión, y que llegó a posicionarnos como el cuarto país en el mundo en enviar al espacio exterior un ser vivo y traerlo con vida de regreso, por detrás solamente de EE.UU., Rusia y Francia. Nos referimos por supuesto al mono Juan, el primer astronauta argentino, allá por el año 1969.
La industria satelital, estrechamente relacionada con los usos militares y con la misilística, creció de la mano del proyecto Cóndor, un misil de alcance medio desarrollado en la Argentina a partir de la década del ‘70 y desactivado por las presiones de los Estados Unidos en los ‘90. Reorientando su agenda a proyectos satelitales, tiene desde entonces a la empresa INVAP como actor central en la producción de estos artefactos, tarea que comienza con el primer satélite de órbita polar, el SAC B/ SAC I, y que tiene como hito sobresaliente la fabricación del primer satélite geoestacionario argentino, el ARSAT 1, en 2014. Éste es operado desde entonces por una empresa del Estado creada en el año 2006, llamada también ARSAT, y fue continuado por otro satélite homónimo en el año 2015. El ARSAT 3 nunca vería la luz, puesto que el cambio de gobierno en el año 2015 llevó a una paralización casi total de los proyectos y dio lugar a un nuevo y doloroso período de éxodo de profesionales de la ciencia y la tecnología y de pérdida de capacidades.
El anuncio de la reactivación de proyectos, a partir de un nuevo gobierno electo en el año 2019, es un momento propicio para la discusión sobre este sector que si bien nos remite a la competencia por la supremacía aeroespacial y global entre las grandes potencias del mundo, es un terreno en el cual nuestro país, aún sin ser una de estas grandes potencias, conserva una fuerte presencia y tiene enormes posibilidades de desarrollo mirando al futuro.
Luego de una breve introducción a cargo de la agrupación, se dio inicio al debate con una pregunta para Diego Hurtado, quien hizo un breve recorrido de las transiciones atravesadas por esta industria a lo largo de la historia de nuestro país. Relató las presiones sufridas por la Argentina durante la década del ‘90 para desactivar su plan de misiles y cómo el país, en un contexto de alineamiento irrestricto hacia los EE.UU., cedió sus capacidades de lanzamiento en pleno desarrollo, pero pudo conservar la posibilidad de fabricar satélites que luego los Estados Unidos pondrían en órbita. Así, se dio comienzo a la serie SAC, que comenzó a dotar a la empresa originada en el sector nuclear, INVAP, de capacidades de fabricación.
Hurtado puso de relieve la complejidad que los economistas asignan a este tipo de artefactos, considerados como uno de los 50 más complejos de fabricar en todo el mundo. Contar con estas capacidades no es menor para un país que busca un sendero de desarrollo, dado que permite traccionar a empresas de menor envergadura así como articular centros de enseñanza y formación y derramar en aprendizajes para otros sectores de la economía. Hurtado dejó clara la idea de que un país que quiera desarrollar este tipo de tecnologías “debe avanzar en el dominio coordinado de todos los subsistemas que implica, de múltiples disciplinas científico tecnológicas”, destacando la necesidad de “entornos institucionales estables que permitan generar estos procesos”. Señaló que esta es una de las principales carencias, de las debilidades de nuestro país, que aún no ha logrado resolver.
Por su parte, Anabel Cisneros habló del nacimiento de la empresa del Estado ARSAT. Fue creada para “resguardar la soberanía de lo que en aquel entonces estaba en riesgo de perderse”, dijo en referencia a las posiciones orbitales de la Argentina. Habló del espectro electromagnético y de las bandas de frecuencia como recursos naturales a proteger y de las posiciones orbitales como territorios en los cuales ejercer la soberanía. Es que luego del fracaso de la empresa Nahuelsat (un consorcio de empresas de Francia, Alemania e Italia), a comienzos de los 2000, nuestro país estuvo a punto de perder sus dos posiciones orbitales asignadas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Este consorcio tenía a su cargo la explotación y ocupación de las mismas, pero no se hizo cargo adecuadamente. Contundente, la ingeniera dejó en claro cómo funciona la asignación de este recurso escaso: “si lo perdés se asigna a otro país, tienen prioridades otros países que tienen desarrollo de una industria consolidada en los sistemas de comunicaciones satelitales”.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) es el órgano competente de la ONU que administra la adjudicación de posiciones orbitales y de frecuencias radioeléctricas a nivel mundial, una competencia difícil en la cual no todos los países participan de igual forma. Por eso, Anabel habla sobre la necesidad de cumplir los compromisos asumidos por el país frente a la UIT, una tarea que requiere continuidad en el tiempo.
Fue por eso que en el 2015 se aprobó un Plan Satelital Geoestacionario en el Congreso de la Nación, para dar estabilidad a un sector que funciona con tiempos muy especiales. Sin embargo, esta ley se inclumplió durante 4 años, y recién en el 2020 se está retomando la fabricación de satélites geoestacionarios. Cisneros explica que “cuatro años después de lo proyectado, no se puede retomar el ARSAT 3”, porque es tecnología vieja, “hoy hay que pensar una nueva generación de satélites, una plataforma nueva”. Por ello, el nuevo satélite será el ARSAT SG-1, el primero de una nueva generación de satélites geoestacionarios que, entre otras novedades, será de propulsión eléctrica, disminuyendo su peso y aumentando la capacidad de sumar otras prestaciones. Anabel explica, “perdimos 4 años y esto repercute en cómo se para la Argentina frente a la UIT, habiendo notificado en 2015 la construcción de un satélite que no sucedió”. Hurtado completa este panorama: con el cambio de gobierno y la clausura de los exitosos satélites de la serie ARSAT, la Argentina pierde la posibilidad de estar hoy pensando en exportar satélites como un ARSAT 5.
Tanto Anabel como Diego se refirieron a los ecosistemas de innovación en los cuales es posible desarrollar estos artefactos complejos, de alto valor agregado. El ecosistema nuclear – aeroespacial es un círculo virtuoso que genera trabajo de alta calificación, de salarios mayores al promedio y encadenamientos productivos al interior del país que federalizan y generan riqueza. Y le permiten a nuestro país posicionarse en mercados altamente competitivos como el de imágenes satelitales, que cada vez moviliza mayores volúmenes de recursos. “El futuro del sector satelital en Argentina es muy promisorio” y hay señales claras de que se quiere retomar una senda de crecimiento y desarrollo, recuperando el tiempo perdido.
Catorce años después de su creación, ARSAT no sólo brinda servicios satelitales sino que es el órgano ejecutor de políticas públicas como la Televisión Digital Abierta (TDA), la Red Federal de Fibra Óptica (REFEFO) y el resguardo de datos con su Data Center de última tecnología. Con la REFEFO se “logró equiparar los precios del Megabyte mayorista en todo el país” brindando equidad e impactando con servicios de mayor alcance, diferentes a los altos costos del dato vía satélite. Articulando además un tejido que incluye PyMEs, cooperativas y grandes empresas que utilizan esa red para brindar servicios domiciliarios de internet.
El sector satelital es un emblema de la Argentina que podemos ser, de nuestras capacidades puestas en pos de un objetivo común, desplegadas en el espacio. Su desarrollo aún está lejos de ser una política de Estado, pero marca un camino posible para una Argentina con soberanía, que vuelva a pensar en el pleno empleo y en la posibilidad de que el trabajo calificado sea posible de quedar en el país.
Daniel Anaya El País Digital – Video de la Charla en https://www.youtube.com/channel/UCXEesRs2MqwUk-hRS83D7Hw